Una de las cosas que más le gusta hacer a Magaly es caminar por la parte amarilla de la acera cuando camina rumbo a su trabajo todas las mañanas. Se siente como en un cuento, y éste, termina siempre cuando cruza el umbral de la puerta del edificio donde trabaja como diseñadora gráfica.
Entra y saluda como en diario ritual a los que se encuentra de paso y a los de lejos les ondea la mano. Deja su bolsa sobre su escritorio mientras enciende la computadora. Piensa en su segunda taza de café del día y esas galletas nuevas que compraron recientemente para todos. Se toca el vientre y se siente inflada, será mejor dejar las galletas y convertir el café en un thé.
Inicio, programas, regresa y da clic en firefox. Gmail, calendario y casi puede saber que ahí le esperan durmientes sus tareas del día. A Magaly le gusta hacer lo que hace. Piensa en él por un momento mientras carga la información en la pantalla y busca en su bolso y saca su teléfono móvil para verle la pantalla. Ni un mensaje, ni una llamada... desde hace meses. Lo gira y ahí sigue la calcomanía de estrellas que le dió. Le cuesta desprenderse pero después de ver la larga lista de tareas por realizar, decide no pensar más en ello.
Inicio, programas, adobe, ilustrator. Y mientras abre va al baño a tristear y sacarlo todo mientras se sienta en el escusado y toma aire. Le manda mensaje al chico que conoció dias antes en el metro y lo invita a comer para la tarde en un lugar de ensaladas del centro. Revisa el maquillaje en el espejo, sale. En el área común prepara finalmente el thé con tres cucharaditas de azucar y se va a su escritorio a pasar el resto de la mañana.
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