No puedo ir a casa, no puedo dejar de aprender de los rumores, creo que si sigo me adentrare en este bosque.
Mis días son más largos y todos mis dedos tensos sobre el teléfono, parece como un cuento de hadas sobre el que hay que aprender a perder.
Sé que quizá pueda recordar cómo fue que lo hice, como fue que logré capturar algo de la nada, entre trompetas celestiales de caminos mostrados con luz sonar.
Todos tenemos miedos, todos hemos escondidos las manos. Pero ahora creo que estas distante, estas distante como la distancia al universo.
Tengo miedo como todos, miedo a la vida sin fuego, sin luz, sin aire, sin sonido, sin tus ojos. Aunque la ilusión es justo para los que quieren ver el pasado.
Sé que no es posible irse cuando aún cargamos cosas, cosas que nos pesan y que no pesan, que nos recuerdan a cada paso lo que debemos quitar poco a poco. Ir tirando en el camino lo que nos va deteniendo. Arrojarlas para no volver a recoger las lecciones.
No puedo regresar, no puedo calmarme para siempre, pero también de eso soy consciente. Y eso es lo que incomoda.
Mientras estás perdida yo no sé a dónde ir ni que rumbo tomar. Y de eso tengo que aprender.
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