20250526

La escucha activa

La escucha activa es muy importante, especialmente en momentos cargados de emociones.


Es un enfoque poderoso y compasivo. Aquí tienes una lista en formato de viñetas con respuestas empáticas que puedes usar cuando alguien —un cliente, pareja, amigo o familiar— está molesto o expresando insatisfacción o enojo:


💬 Respuestas de Escucha Activa para Clientes Molestos (o Cualquier Relación)


● "Te escucho, y puedo ver que esto realmente te ha afectado."

(Reconoce el peso emocional sin minimizarlo.)


● "Gracias por ser honesto conmigo sobre cómo te sientes."

(Demuestra apertura y aprecio por su vulnerabilidad.)


● "Quiero entender bien lo que pasó — ¿puedes contarme más desde tu perspectiva?"

(Invita a una expresión más profunda sin interrumpir ni defenderse.)


● "Tiene sentido que te sientas así, considerando lo que pasó."

(Valida sus emociones, no los hechos.)


● "No estoy aquí para discutir, de verdad quiero escucharte."

(Muestra tu intención de conectar, no de confrontar.)


● "Es importante para mí que te sientas escuchado — ¿lo estoy entendiendo bien cuando dices que…?"

(Refleja su mensaje para brindar claridad y validación.)


● "Puedo sentir lo mucho que esto te importa, y quiero hacerlo bien."

(Expresa cuidado y disposición a mejorar.)


● "Tienes todo el derecho a sentirte molesto."

(Reconoce su verdad emocional sin intentar solucionar o controlar.)


● "Déjame asegurarme de que estoy entendiendo bien — lo que escucho es que…"

(Parafrasear les ayuda a sentirse comprendidos y permite aclaraciones.)


● "Lamento que esto te haya hecho sentir así. Eso no es lo que quiero para nuestra relación."

(Asume responsabilidad emocional sin cambiar el enfoque hacia uno mismo.)



🤷🏼‍♀️ Evita Esto Mientras Escuchas: 

●  Explicar o justificar demasiado pronto:  “Pero yo…” 

●  Contar tu propia historia:  “A mí también me pasó una vez…” 

●  Minimizar sus sentimientos:  “No es para tanto…” 

●  Culpar o corregir:  “Lo entendiste mal…” 

●  Volverlo transaccional:  “¿Entonces qué quieres que haga?”


🧠 Recuerda: 

Reconocer lo que la otra persona siente no significa que estés de acuerdo, ni que ellos tengan razón y tú estés equivocado. (Además, tener o no tener razón muchas veces es algo subjetivo). 


La escucha activa no se trata de  ti  — se trata del otro.


Se trata de ofrecer tu presencia total para que la otra persona se sienta vista, escuchada y segura al expresar lo que está viviendo.


Si notas que estás reaccionando internamente, vuelve con suavidad a la curiosidad.


Una forma útil de practicar esto es haciendo preguntas genuinas sobre lo que te están contando. 


Esto mantiene el enfoque en comprender, no en interpretar.

20250515

El Ego: Ese Copiloto Asustado

 

El Ego: Ese Copiloto Asustado

El ego es como un copiloto asustado. Está ahí para ayudarnos a tomar decisiones que, desde su perspectiva, son las mejores para proteger el auto que manejamos: nuestro cuerpo, nuestra identidad, nuestro sistema.

Y aunque muchas veces lo señalamos como algo negativo, en realidad el ego tiene buenas intenciones. Su principal directiva es proteger. Cuida al individuo, al “yo”, como si de ello dependiera todo. Cree sinceramente que, si él toma el volante, estaremos más seguros.

Por eso insiste. Por eso levanta la voz. Por eso busca constantemente el control.

Cuando el ego toma el mando, piensa en singular. Piensa en sí mismo. Busca lo conveniente, lo cómodo, lo seguro. De ahí nace la palabra "egoísta", pero no como maldad pura, sino como una estrategia de defensa. Porque el ego no actúa desde la malicia, sino desde el miedo. Cree que protegernos es priorizarnos. Y desde ahí construye su lógica.

Por eso, cuando a alguien se le dice “egoísta”, suele doler. Porque, en el fondo, esa persona probablemente cree que lo que hace tiene buenas intenciones. Cree que está haciendo lo correcto desde su lugar, aunque no pueda ver más allá de su propio parabrisas.

El ego quiere tener razón. Le gusta la certeza, la verdad absoluta. A veces se apoya en datos, en ciencia, en argumentos sólidos… pero puede perder perspectiva. Puede confundir igualdad con equidad, justicia con uniformidad. (Como en aquellas imágenes del pastel dividido en partes iguales, o las personas viendo por encima de una cerca con cajas del mismo tamaño).

El ego teme al cambio y a la incertidumbre. Se aferra a lo conocido. Por eso divide, clasifica, etiqueta. Hombre o mujer, bueno o malo, correcto o incorrecto. Necesita poner todo en cajones que pueda entender y controlar.

Vive en la comparación constante. Juzga todo lo que ve. Mejor, peor, más, menos. Y dicta sentencias como si fuera el Director General del Universo. A veces se nota en frases cotidianas como “eso es bueno para ti” (en lugar de simplemente decir “me da gusto por ti”) o “esa película es malísima” (cuando en realidad se quiere decir “a mí no me gustó”).

El ego no vive en el presente. Habita entre el pasado que teme repetir y un futuro que intenta anticipar para evitar el dolor. Siempre alerta, siempre tenso. Porque esa es su función: proteger.

Y aunque a veces se vuelva ruidoso o controlador, no es nuestro enemigo. El ego es parte de nosotros. No es bueno ni malo. Es funcional. Es útil.

Me alegra tener un copiloto que me recuerde errores del pasado, que me advierta sobre riesgos futuros. Agradezco su intención de cuidado, aunque a veces tenga que decirle que suelte el volante.

Porque no estamos solos en el viaje.

También está la conciencia.


La Conciencia: La que Elige el Amor

La conciencia es esa parte de nosotros que no necesita defenderse. No tiene miedo. Porque no se siente separada. No se siente amenazada.

La conciencia no piensa en términos de uno solo. Piensa en términos de totalidad.

Es esa parte que se siente conectada a todo lo que existe. A la naturaleza, a los otros seres humanos, a las emociones que compartimos, al misterio que no podemos controlar pero que podemos habitar.

La conciencia no necesita tener la razón. No necesita ganar discusiones ni acumular pruebas. Porque sabe que la verdad no es una posesión, es una experiencia. Y que cada experiencia tiene su propia verdad.

Mientras el ego clasifica, la conciencia integra.

Mientras el ego etiqueta, la conciencia observa.

Mientras el ego juzga, la conciencia comprende.

La conciencia no responde desde el miedo, sino desde el amor. Porque elige confiar. No un amor romántico o idealizado, sino ese amor profundo que acepta lo que es. Que ve al otro como parte del mismo tejido. Que entiende que proteger no es aislar, sino cuidar desde la unidad.

Es desde la conciencia que sentimos compasión. Que dejamos de querer cambiar al otro para entenderlo. Que dejamos de reaccionar y empezamos a responder. Es la conciencia la que puede decir: “Sí, entiendo por qué tienes miedo… pero no voy a dejar que ese miedo decida por mí”.

Es la conciencia la que puede mirar al ego con ternura. Agradecerle su esfuerzo. Reconocer su necesidad. Y sin embargo, elegir otra cosa.

Elegir el presente. Elegir la conexión. Elegir el amor.

Porque en el fondo, el viaje de nuestra vida no es una lucha entre el ego y la conciencia. Es un acto de equilibrio. Es aprender a escuchar a ese copiloto que nos quiere proteger, pero sin olvidar que quien realmente ve el paisaje completo… es la conciencia.